Esta es la historia de un muchacho mejicano
pistolero y siempre pierde en el amor
prisionero de la lengua de un chivato
fugitivo en su caballo marrón.
Se paró en una venta muy hambrienta
pero había mucha mugre y se najó,
se acordó del caldo aquel de su parienta
y un puchero de lágrimas llenó.
Cabalgando por una noche muy llena
levantando el polvo de la oscuridad
dejó que lo guiara su caballo
a la cantina del tequila del mezcal
¿No tienes una botella del gusano?
sí, amor mío, pero bésame otra vez,
¡qué poco voy a tenerte entre mis brazos!
porque los malos estuvieron aquí ayer.
Tú dime lo que quieras, vida mía,
pero vamos donde sea suave la iluminación.
Sé que tengo que morirme cabalgando,
pistolero y siempre pierde en el amor.
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